domingo, 3 de abril de 2011

Tiempo de cuaresma




REFLEXIÓN: EN MEDIO DE LA CONTINGENCIA, TENEMOS DESIERTOS LLENOS DE VIDA.

Observar la Ciudad de Santiago de Chile, puede darnos un bosquejo ligero de la vida por la que “son decididos” a vivir millones de personas. La calle es símbolo del modo de vida, incluso del más íntimo que podamos llevar, ya que la contingencia (a través de la televisión y el internet) ha traspasado nuestras puertas y ventanas hasta involucrarse en nuestros desayunos, almuerzos, cenas, y momentos familiares, convirtiéndose en un sujeto mas de nuestras familias.

Caminar por las calles de Santiago, especialmente por el centro, nos invadirá la mente y el deseo de cosas: empezando por el ruido, las infinidades de modas y tendencias, las ofertas tecnológicas, los vestuarios en remate, la prensa preocupada de la vida de los famosos, los hombres corriendo apresurados por el vivir para trabajar, las poleras con el estampado “sin Dios”, los jóvenes y adultos conectados en el micro mundo artificial del I- pod, la ansiedad por adquirir lo antes posible la entrada al concierto del grupo del momento, personas comiendo en restaurant, y cafés, el cine con grandes filas, y todos queriendo destacar con el mejor lock y estilo; entonces, la velocidad, la estética y la producción, parecen ser la base sobre la que se construye nuestro mundo. Pero todo esto ¿tiene vida verdadera?

Me detengo, y me digo: los días pasan como el jabón resbala sobre el lavamanos, solo pasa y basta. Observar todo esto, me hizo sentir por un momento absorbido mientras caminaba, pero un con un cierto gusto… luego llegó infusamente la conexión con el interior, y me hizo sentir fuera de mí, llevado y sin libertad.

Al paso me encontré con la Iglesia de San Agustín, parecía un edificio más en medio de tantos otros, entonces, ingrese y algo cambió… paulatinamente el silencio y recogimiento del lugar me hizo sentirme en mi lugar, era yo, ahora no estaba fantaseando con nada. Observo, y muchos están orando en quietud, abandono y confianza. La contingencia absorbente seguramente les ha provocado ese vacío, haciéndoles volver a las fuentes del ser.

Así, la Iglesia como comunidad, encontraba en una hermosa imagen de la Virgen María del Carmen, su más bella y clara expresión de Madre acogedora, tierna y reveladora del amor incondicional del Padre. Me puse bajo su manto y ore a ella, para agradecer el momento de desierto a su lado, para agradecer su ternura, su cercanía y por atraerme hasta Hijo. La petición también brotó por los míos, por quienes se sienten sin cimientos reales, y por todos quienes inconcientemente necesitan del corazón del Padre. Además, no estuvo ausente mi plegaria por la situación actual de nuestra Iglesia.

¡Que importante el Templo abierto!, en medio de la contingencia neurálgica de Santiago. Muchos necesitan este desierto florido, pero no saben donde encontrarlo y creen que la Iglesia no les puede acompañar en sus dramas reales y personales, sino solo juzgarlos. Mientras tanto, al paso aparecen pseudos desiertos floridos ofreciendo éxito y felicidad, en los templos del comercio, en los mall de la vanidad y la gula, y en tantos que dicen ver y predecir tu futuro.

Hoy en día, los templos abiertos, y las personas en oración representan una esperanza para el mundo y para la Iglesia. El hombre desea ser salvado, amado, ser feliz y pleno; y si bien lo busca y cree encontrarlo en muchas cosas, situaciones y personas, un día caerá en la cuenta de lo efímero que ha sido lo que aparentemente le ha satisfecho en lo más profundo, reencontrándose con su lugar original: el Padre Dios, que responde a las búsquedas de los hombres de todos los tiempos, porque somos suyos. “Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, ovejas y pueblos de su rebaño”

Y tu, ¿alguna vez te has sentido fuera de ti?, ¿cómo sigues viviendo la cuaresma?

Que Dios Padre, nos conceda a todos, por su Espíritu, permanecer en el corazón de su Hijo, para así sentir los latidos del buen Padre Dios, y vivir desde nuestro ser Hijos.

Luís Cisternas, ofm

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