Los Bailes Religiosos


LOS BAILES DE LA REGIÓN ANDINA


Kessel, Juan van. 
El desierto canta a María. Bailes chinos de los Santuarios Marianos del Norte Grande.
SANTIAGO - CHILE: Mundo, 1970, Vol. I.


Las compañías de bailes que se presentan en las peregrinaciones masivas, en las fiestas religiosas de los pueblos y santuarios, son múltiples y variadas.  Los bailarines, herederos de la cultura de los incas, han utilizado y absorbido –en sus expresiones típicas- muchos elementos de origen  occidental. La Iglesia Católica ha jugado un rol esencial en la introducción de ciertos bailes; en la época de la denominación española, intentó sustituir los bailes idólatras de los indios por otros bailes menos peligrosos para su obra de evangelización; sacerdotes y monjes inventaron o introdujeron  bailes y mimos, como “Moros y Cristianos” que representaban la lucha de la época por la defensa de la fe, y “el pobre más rico”, según la parábola del Evangelio. Pero, “les fue imposible desarraigar la danza ancestral, que no solo persistía, sino proliferaba, apareciendo nuevas obras de franca o velada crítica antiespañola”. Según el antropólogo peruano Luis Valcárcel, la base ideológica y religiosa del alma indígena, su concepción personal del universo y de la vida humana, sus sentimientos, a pesar de tantos siglos transcurridos, subsisten todavía, como brazas bajo la ceniza, en la conciencia del pueblo andino. Sus proyecciones son el  ceremonial de la fiesta pública, y los ritos ocultos celebrados secretamente, al abrigo de la montaña o del desierto, en esta tierra de nadie. En esos refugios alejados, en fecha fija, las viejas prácticas prosiguen, y bajo el amparo de la liturgia cristiana, los símbolos antiguos, cuidadosamente disimulados, son todavía presentado en el templo o en la procesión. Esto es sobre todo perceptible en el baile. Para la población no- indígena, no es más que una manera exuberante de divertirse o una escena pintoresca de “borrachera de indígenas”. Gracias a esta interpretación, el baile puede conservar para el indígena su significación verdadera.

“El baile, en fin, es relegado al campo y a los pueblos ya que, cediendo a un pudor de “civilizados”, se comenzó a excluirlos de las ciudades en la época de la independencia: las autoridades prohibieron los bailes pintorescos que ponían una nota de alegría y de color en la urbe gris. Durante el periodo colonial, el Cuzco, Lima y Santiago eran incluso teatro de bailes muy animados de indios y negros”. Los bailes representaban toda la vida y la herencia cultural de la sociedad autóctona, pero en este momento “sería prematuro  intentar una clasificación seria de las numerosas manifestaciones coreográficas, por cuanto no han sido todavía catalogadas en un estudio concienzudo”, ya se quejaba Valcárcel  en 1945, y hoy sigue siendo así.


Las diferencias regionales
Los nombres de estos bailes autóctonos, - que se refieren al mismo tiempo a la compañía que las ejecuta- son tan diversos como antiguos  y significativos. En el Perú, se encuentran los Ayarachis, los Cullewas, los Kachampa, los Kanchi, los Kakolla, los Kara Chunchu, los Wary Chunchu, los Koyacha, los Kusillu, los llaneron, los morenos, los negritos, los pastorcitos, los sijlla, los sur sur wayla, los uku uku, los waka waka, los waylillas, etc. En Bolivia son los sicuris, los pusa morenos, los Puli Puli, las chiriwanos, los chutas, los calitas, los chunchos, los kenachos, las diabladas, las morenadas, etc. En la región del norte chico en Chile, son los chinos, los turbantes,  y los danzantes. En la región del norte grande, que nos interesa particularmente, encontramos los chunchos, los morenos, las kuyacas, los pastorcitos. En las provincias de Tarapacá y Antofagasta, se encuentran también otros grupos de bailes, que llevan nombres originales, fruto de una imaginación fértil y de origen bastante reciente (30 años apenas): los gitanos, los gauchos, los araucanos, los mapuches, los Piel Rojas, los indios, los Dakotas, los Sioux, los guajiros, los caribes, los españoles, los toreros, los cosacos, los hindúes, los arabes, los huasos, los criollos, etc. Si se consideran estos nombres de origen más reciente, se constata que sus intérpretes no tienen vergüenza de llevar ostensiblemente el nombre de "indios", aún en los centros urbanos; de hecho, hay un 40 % de compañías de esta región que, de una u otra manera, llevan ese nombre.

Además, las funciones sociales que cumplen todas estas compañías, son de naturaleza muy diferente y la apreciación del público varía, según la región. En las comunidades indígenas y los pueblos aislados, se encuentran cofradías, cuya actividad se despliega sobre todo, durante la "fiesta del pueblo", en que se celebra el día del Santo Patrono del pueblo. En otras zona, en las ciudades del altiplano boliviano por ejemplo, han evolucionado más bien hacia grupos de carnaval; así Oruro, es célebre por el carnaval de la "diablada". Hay también bailes de la zona del alto Perú, que se han perfeccionado bajo la influencia de folkloristas y transformado en sociedades culturales que organizan periódicamente giras artísticas, o hacen revivir los esplendores del Imperio Inca en el Cuzco, bajo el patrocinio de la "casa de la cultura" del gobierno peruano. Al lado del lago Titicaca, en Copacabana, las manifestaciones de las compañías toman un carácter netamente religioso, de tipo católico popular. En el norte chico y en la Provincia de Valparaiso, se denominan grupos religioso- folklóricos que, además de su participación en las procesiones católicas, actúan en los festivales artísticos , patrocinados por las organizaciones de turismo y los propietarios de diarios y estaciones radiales. En el norte grande, una de las zonas más dinámicas y de las más modernas de Chile, las compañías pretenden ser, fundamental y exclusivamente, religiosas, lo que les impide participar en espectáculos culturales o en concursos folklóricos.