domingo, 13 de marzo de 2011

Tiempo de cuaresma



CAMINANDO

POR DENTRO

DELA CUARESMA

El Evangelio del día anterior a Miércoles de Ceniza (Mc 12, 13- 17), me introdujo de golpe a la cuaresma. Me encontré con Jesús perseguido por los fariseos y herodianos, y mas todavía queriendo probarle en alguna palabra que atente contra sí mismo y lo confirme como blasfemo por hacerse semejante a Dios.

Se inicia el texto con la interesante descripción que hacen de Jesús: “Maestro, sabemos que eres veraz, y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios…” (Mc 12, 13) Llama la atención la descripción que hacen los fariseos y herodianos, que si bien la utilizan para persuadir la respuesta del Maestro, éste no deja de tener relevancia en la realidad personal de Jesús. La persona de Jesús con su estilo, mensaje y actitud no pudo ingresar en la estructura psíquica religiosa del fariseo ortodoxo y dogmático, y por esto mismo su ser no dejo indiferente a ninguno de ellos, porque les transportaba a sus búsquedas mas profundas de amor, libertad, felicidad y salvación. Por eso, al mismo tiempo de querer enjuiciarlo, lo reconocen en lo que ven sus ojos al mirarlo.


La pregunta que contemplamos a continuación, tiene como objetivo buscar en Jesús antecedentes, palabras y actitudes que lo condenen, ya sea por hacerse como Dios o por ser un revolucionario en contra del Imperio Romano. La pregunta tiene íntima relación con la descripción que ellos han hecho de Jesús, al iniciar este pasaje: Un hombre con identidad y libre. Pero ahora, esto lo quieren probar con su misma respuesta, que revelará la mucha o poca libertad que aparenta tener el Señor. Jesús es el hombre Dios, que se reconoce Hijo de Dios, y entonces vive absolutamente todo desde su condición. El Padre de Dios es para Jesús su foco central, es el lugar donde tiene su corazón, es su alimento, y el objeto de su mensaje de salvación, por eso nos revela “que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos Hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (I Jn 3, 1) Las constantes vigilias en oración vividas en silencio y atención al Padre, le permitieron escuchar innumerables veces la voz del Padre diciéndole: “Tu eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1, 11). Así el desierto con el cual inicia su ministerio y los constantes desiertos de su vida le permitieron reconocerse a sí mismo, pero no solo como aquel que tiene datos e información como producto de la introspección, sino como el hombre que se le ha revelado más allá de su ego lo que es de verdad: Hijo de Dios . Por todo esto Jesús es el hombre con identidad y libre. Las situaciones externas, la persecución y los prejuicios no lo detuvieron y amarraron para seguir desde su ser con la misión que el Padre le había encomendado. Más aún, parece que en los momentos mas tensionantes de su vida, el Señor se nos dejaba ver mas profundamente, mostrando su ser y su admirable libertad. Pilatos en el pretorio después de conversar por primera vez con Jesús y de mandarlo a azotar, le pregunta: “¿De donde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Dísele Pilatos ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte? Respondió Jesús: No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado desde arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado” (Jn 19, 9- 11). En el momento donde el Señor pareciera no tener ninguna salida frente a su muerte, mostrándose casi sin ninguna libertad, demuestra todo lo contrario. A él nadie le quitó la vida involuntariamente, se entregó libremente por cada uno de nosotros, y así lo deja claro su respuesta a Pilatos: nadie tiene poder sobre él sino solo en Padre. Jesús no necesito agradar a nadie para ser aceptado y esto le permitió hablar lo que tenía que transmitir. En Jesús no esta la preocupación de salir airoso de su juicio, porque tenía claro quien era y que estaba haciendo, es el hombre libre que ante Pilatos parece el mayor esclavo, pero es el hombre con mayor libertad.

Caminar por dentro de la cuaresma supone, unir la vida a la liturgia oficial de la Iglesia. Sentir cada misterio de la vida del Señor Jesús como también el nuestro e ir haciendo el camino de transfiguración en la imagen de Cristo, y así vivir desde nuestro ser Hijo para un día alcanzar la plenitud de nuestra imagen original.

Ir al desierto con Jesús en cuaresma, puede significar ir reconociendo que nuestra vida se mueve en la superficialidad, que todas las razones para levantarme cada día son efímeras y que por eso me cansan y me esclavizan; Ir al desierto puede ser reconocer que no tengo un sentido existencial, que mi vida parece desnuda de toda verdadera riqueza, y que solo me he preocupado de agradar a los demás, de satisfacer expectativas y de siempre mostrarme y justificarme; Ir al desierto puede revelarme que hasta ahora solo he sido un esclavo, que se ha sentido evaluado por los demás; Ir al desierto puede llevarme a la verdad de reconocerme un vendido al imperialismo capitalista.

Ahora, encontrarse con esa realidad personal, que esta en todos de manera diferente, no solo supone una convicción o un momento de sinceridad intelectual, sino de hacer silencio y dejar que el Espíritu Santo nos descubra y nos libere, partiendo por el reconocimiento de todo lo que nos esclaviza y no nos permite vivir como Hijos de Dios.

Entonces, vivir la cuaresma por dentro, tiene como característica central “estar en el desierto”, encontrar ahí el lugar privilegiado de encuentro conmigo mismo y con Dios. Quienes hemos tenido el privilegio de disfrutar del desierto físico (como la Pampa del Tamarugal- Desierto de Atacama), somos testigos de la inmensidad del desierto: en su silencio, en su suavidad, en su quietud, en su ser esencial, pero al mismo tiempo de su dureza climática con una alta variación de temperatura entre la noche y el día. El desierto físico te vacía de imágenes, slogan, ideas, cosas, y lugares, para llevarte a lo que solo eres tú, saliendo a la superficie todo los que llevas y eres. Sin embargo, ir y estar en el desierto, no es solo una cuestión de gustos, de decisión, de psicología o de práctica devota, sino que es fundamentalmente un impulso e inspiración del Espíritu Santo, tal como lo dice el Evangelista San Mateo: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4, 1).

Cuando Jesús va al desierto y es tentado, justamente es probado en su identidad y libertad como el Hijo de Dios, tal como lo hacen los fariseos y herodianos con su pregunta. Ya hemos dicho que Jesús sabe quien es, sabe que él y su Padre son uno (Jn 10, 30) Entonces, frente al gran escenario en que hemos podido contemplar a Jesús, recobra plenamente su sentido la respuesta que Jesús hace a la pregunta de los fariseos y herodianos: “¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar? Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea, se lo trajeron y les dice: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: Del Cesar. Jesús les dijo: Lo del Cesar, devolvédselo al Cesar, y lo de Dios, a Dios…”

La actitud respuesta de Jesús sigue corroborando la gran consecuencia de vida que tiene el Maestro, la persecución que podía sufrir no le hizo escatimar recursos para seguir siendo la verdad en medio de tanta esclavitud, incluso en aquellos que ya creían estar libres por el cumplimiento de la ley. Jesús como verdad revoluciona las distintas dimensiones esclavizadas de los hombres de su tiempo, la aparente libertad como nunca se vio interpelada resistiendo a continuar con todo en su esclavitud inconsciente que no les humanizaba y menos les hacía hombres libres sino de apariencias.

Jesús pone las cosas en su lugar. Nos pide que demos al Cesar lo que le corresponde. Hoy convivimos minuto a minuto con las cosas del Cesar, nuestra sociedad funciona exclusivamente con estos medios, y cada uno de nosotros requiere de ellos para comer, vestirnos, educarnos, trabajar, tener salud, etc. Cuando me refiero al Cesar, no pretendo demonizar estas cosas, sino también dar gracias por todo lo que el hombre ha logrado para una mejor calidad de vida. Quizás, sin profundizar este tema, tendríamos que cuestionar los avances tecnológicos, científicos y económicos, cuando éstos se utilizan solo para destruir el mundo, el ecosistema, la vida, y más todavía cuando solo pueden ser adquiridos por una pequeña parte de la población mundial, los más ricos.

Dar a Dios lo que es de Dios, supone ante todo mirar las cosas del Cesar y decirme aquello que no soy. No soy mi trabajo, yo no soy mi profesión, yo no soy el cargo administrativo que tengo, yo no soy lo que visto, yo no soy el dinero que poseo, yo no soy lo que hablo, yo no soy la institución a la que pertenezco, y yo no soy lo referido a todo lo accesorio de la vida, sino soy más.

Ahora, viene preguntarnos ¿qué soy? Reconocer aquello que esta lejos de ser mi identidad nos desnuda, nos vacía (como el desierto) y nos despierta a quedarnos Con lo que corresponde a lo mas profundo del hombre, su individualidad, su identidad. Descubrir lo que somos nos lleva a “nuestro origen y destino comunes” (“Jesús, el maestro interior”, Laurence Freeman, 2007), nos lleva al autor y creador de nuestra vida, el Padre Dios. Es encontrar la respuesta a la búsqueda que muchas veces intuimos en nuestro interior. Es encontrar nuestro lugar, el que nos corresponde de verdad: el corazón del Padre, que es el motivo de las pocas o muchas búsquedas que hacen acertada o desacertadamente todos los hombres. El deseo de felicidad, de plenitud, de placer, de amor, de otros y de cosas, encuentra su punto común en el Padre Dios. En realidad buscamos a Dios, pero el mismo ritmo social que nos exige rapidez y producción, nos lleva a equivocarnos y fantasear con las cosas del Cesar los brazos del Padre Dios. Entrar en el desierto por el llamado espiritual, nos puede saciar las necesidades básicas y existenciales de ser amado y amar, reconociendo nuestra misión y tarea en medio del mundo, y descubriendo el sentido último de la vida.

Por eso, iniciemos esta cuaresma en el desierto, preguntándonos: ¿Quién soy?, ¿tengo libertad?, ¿me siento alguien con identidad?, ¿de quien o de que es mi corazón? Pero más que esta reflexión humana y afectiva, dedícate al silencio, porque solo ahí Dios te transformará, superando tus análisis y metas.

Que el Espíritu Santo nos lleve a todos al desierto en Jesús, y así descubramos el regalo de ser Hijos amados del buen Padre Dios. Amén

Hno. Luís Cisternas A.

2 comentarios:

  1. Hola Hno Luis y comentaristas blogueros, que importante reflexión sobre el desierto, la tentación como prueba y la superación por la Gracia y la oración en la que pedimos no caer en ella, también quiero invitaros a visitar un buen blog donde madurar la fe mediante la formación y catequesis adulta, mistagogia de la liturgia, pensamiento teológico, vida espiritual y aliento para la santidad.
    Un saludo.

    http://corazoneucaristicodejesus.blogspot.com/

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  2. Hola hermano, muchas gracias por tu aporte a la vida espiritual del mundo... Estamos unidos en la oración de Jesús. Que María, nuestra Madre te acompañe en esta cuaresma.

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