miércoles, 13 de febrero de 2013

Cuaresma 2013


REFLEXIÓN CUARESMAL
El Evangelio (Lc 5, 1- 11) que acabamos de escuchar el domingo pasado en la Eucaristía, me ayudo a ir entrando en el desierto cuaresmal que hoy, miércoles de Cenizas, iniciamos como cristianos católicos. Contemplábamos a Jesús de Nazaret predicando, cuando de repente vio dos barcas en la orilla, de unos pescadores que lavaban las redes. Subió a una de ellas, la de Simón, y pidió que se alejara un poco de la orilla, para continuar enseñando a la multitud. Este gesto de Jesús, para con los pescadores, no nos puede dejar indiferentes, ya que aquí pareciera revelarse una de las más importantes dimensiones de la pedagogía de Dios. Jesucristo sale al encuentro de los pescadores, entrando en la cotidianidad de Simón, Santiago y Juan. Esto es muy importante, porque nos recuerda que Dios siempre es el que toma la iniciativa amándonos, perdonándonos, liberándonos y salvándonos. Jesucristo sabe que en muchas ocasiones dejamos de buscarlo porque muchos otros ídolos terminan por seducirnos, por eso, él sale, para subir y permanecer en la barca de nuestra vida, en la barca de nuestra sociedad y en la barca de nuestra Iglesia. Sin embargo, nuestra parte está en preguntarnos: ¿le reconocemos? ¿Reconocemos cuando Jesucristo nos visita? ¿o simplemente seguimos viviendo inconscientes y con indiferencia? La cuaresma es el tiempo propicio para vivir con más consciencia, deteniéndonos para orar la vida y así corresponder a sus visitas y ser más corresponsables con aquellos que claman vida y justicia.  Por eso, detente, descubre como Dios a cada rato te habla a tu interior; detente, para corresponder a su amor amando como él ama; detente, no para continuar en ese mal dicho intimismo, sino para salir y preocuparte por los que sufren y lloran, ya que el que verdaderamente descubre el amor de Dios difícilmente se quedará indiferente frente al otro y su dolor.  La cuaresma es el tiempo para redescubrir el amor de Dios en la cotidianidad, respondiendo con la caridad.
Lo segundo que puede ayudar a la vida cuaresmal, es el dialogo entre Jesús y Simón. Jesús le dice: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» A lo que Simón contesto: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»  Jesús, un carpintero y predicador itinerante, llega hasta unos pescadores por profesión a darles indicación de lo que tenían que hacer frente a la frustración que ellos mismos habían experimentado, no pescar nada.  En otras palabras, un extraño del oficio de pescador les indica lo que deben hacer. ¿Tu obedecerías a alguien que desconociendo tu oficio te diera indicaciones sobre qué hacer? Al parecer es un poco difícil, quizás a los discípulos le sucedió lo mismo, pero lo importante es la respuesta que dan. Ellos se fían de la palabra de Jesús, se abandonan en lo que Jesús les indica, a pesar de toda la experiencia vivida. Esto es FE, es decir, poner la confianza en Jesús, y solo en Él. Además, otro punto importante es que los pescadores no se limitan por la experiencia frustrante anterior, sino que al confiar en Jesús son capacitados para avanzar, para seguir caminando y recorrer la vida. La fe en Jesús les permite remar mar adentro. Este tiempo de cuaresma, por el silencio que contiene, nos puede ayudar a recorrer nuevamente nuestra vida y reconocer en ella todas las experiencias frustrantes que no nos dejan avanzar, que nos limitan y paralizan. También puede ser un tiempo para volver a encontrarnos con las experiencias negativas que hemos vivido como comunidad eclesial, y desde ahí volver a poner nuestra confianza, nuestra FE en Jesús de Nazaret, el único que nos puede renovar y revitalizar. Si pretendemos vivir solo desde nuestra experiencia personal y comunitaria, quizás es poco lo que podamos renovar, ya que todos, en menor y mayor grado tenemos frustraciones, que nos limitan e impiden confiar en nosotros y en los demás. Hoy más que nunca es necesario y urgente, recomenzar nuestra vida personal y comunitaria desde Jesús, porque han sido muchas las experiencias negativas, que de solo quedarnos en ellos nos paralizarían, pero mirándolas y acogiéndolas desde Jesús son motivo para seguir peregrinado con esperanza.  Por eso, pregúntate ¿Cuáles son mis experiencias frustrantes en mi vida personal y comunitaria? ¿Desde dónde vivo? ¿Es Jesús y solo él, el fundamento que me permite vivir personal y comunitariamente?
Por último,  es importante la propuesta que Jesús le hace a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» No le pide nada nuevo, sino lo mismo que ellos ya habían hecho. Quizás puede ser un punto a considerar en nuestra vida, ya que en variadas ocasiones cuando queremos solucionar algo, buscamos nuevas y novedosos caminos para pescar lo que nuestra vida necesita. Hoy la renovación de la Iglesia y de todas sus instancias también nos hace pensar así, y nos afanamos en responder a la pregunta  ¿Qué hay que hacer? Parece que nada nuevo, sino simplemente volver a la fuente, a aquello que nos ayuda a reconectarnos más directamente a la fuente, por eso revalorar desde el interior la práctica de la oración, el ayuno y la caridad, que caracterizan este tiempo de cuaresma. En la mayoría de los casos, después de un tiempo transcurrido de ciertas relaciones, prácticas y ritos, parece que nos acostumbramos tanto a ellas, que entramos en un tiempo de mecanicismo, haciendo las cosas por costumbre, pero no por pasión, enamoramiento y seducción. Cuando hemos perdido la pasión inicial en nuestras relaciones, prácticas y ritos, se hace necesario volver a ellas pero desde el interior, dejando que ellas comprometan y afecten nuestra vida. Con todo lo anterior, no pretendo defender una cierta inmovilidad en lo relacionado a nuestra vida personal y comunitaria, sino proponer y compartir un camino que quizás pueda hacerse desde la fuente, desde el interior, para así transformar nuestras actitudes, gestos y la vida de nuestra sociedad. Creo profundamente que hoy como cristianos, muchos necesitamos nuevas formas de expresión de fe, que nos permitan radicalizar nuestra vida y acercar la buena noticia de Jesús a nuestra sociedad, de modo especial a las nuevas generaciones. Por eso, mientras más vivamos desde la fuente, más el Espíritu nos inspirará nuevas formas que nos permitan volver a la Iglesia que Jesús quiso y quiere. Creo que si solo pensamos renovar nuestra vida personal y comunitaria desde el odio, el resentimiento, la frustración y la herida, seguiremos heredando heridas y no liberación. Las practicas que nos proponen la cuaresma y que pueden parecer viejas, vivámosla de corazón y con pasión, para que a través de ellas Jesús renueve nuestra vida y sus variadas expresiones. Iniciemos este tiempo inspirados por las palabras del Hermano Francisco de Asís “comencemos hermanos porque poco o nada hemos hecho”…
Que Nuestra Señora del Carmen de la Tirana, la virgencita el desierto, nos ayude a todos a ingresar en el desierto cuaresmal.
 Fray Luís, ofm.



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