viernes, 10 de febrero de 2012

Espiritualidad mariana


Características de una espiritualidad mariana hoy

Con ocasión de una conferencia sobre "Una espiritualidad para nuestro tiempo", enmarcada en el Pueblo de Dios que peregrina en América Latina, Luis Fernando Figari resume un poco las características de una espiritualidad mariana hoy. Esto es lo que dice: «La realidad e importancia de María ha ido desvelándose ante la conciencia cristiana a través de un largo proceso histórico. Desde las escasas referencias en la misma Sagrada Escritura, pasando por la creciente y rica reflexión de la comunidad cristiana a través de los siglos, hasta la proclamación de los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de Santa María, marcan un proceso de creciente presencia mariana en la vida cristiana.

La relevancia que el tema mariano ha ido adquiriendo en el Magisterio de los últimos Pontífices permite constatar un cierto in crescendo, hasta arribar al Totus tuus del Papa actual, que apunta hacia un horizonte mayor. La rica mariología conciliar, la proclamación de María Madre de la Iglesia, resaltando su maternidad espiritual sobre todos los fieles, así como la mariología de Puebla y Santo Domingo, que muestra a la Madre cercana y compasiva con los hijos que peregrinan por las empobrecidas tierras latinoamericanas, manifiestan claramente que por razones teológicas, no menos que por los signos de la historia, una espiritualidad de hoy y mañana debe llevar la impronta mariana.

Ahora bien, si se considera necesaria una perspectiva de síntesis, la mariología no deberá estar yuxtapuesta a otros elementos, ante los cuales aparece como extraña y, por tanto, en virtud de la pluralidad de elementos disconexos de una concepción atomizada, es excluida de la atención, salvo cuando por alguna ocasión se hace necesario referirse a ella. En la espiritualidad hodierna la mariología debe aspirar a responder plenamente al Plan de Dios y, en consecuencia, debe estar orgánicamente insertada. Esta organicidad evitará un doble peligro: por un lado una especie de mariolatría, totalmente desproporcionada, y por ello inaceptable; y por otro una marginalización en que queda excluida de la globalidad del mensaje salvífico y de la vida de fe, salvo como una especie de adorno. Cada vez es mayor la convicción de que la misma cristología requiere una mariología para ser plenamente cristología. No hay que perder de vista que al Señor Jesús no se le entiende si no es como Hijo del Padre e Hijo de María.

Por cierto decoro, cuya razón los avisados percibirán, prefiero seguir desarrollando las características de esta nota de la espiritualidad de nuestro tiempo citando a Esteban De Fiores, profesor de mariología en el Marianum, de Roma, en una publicación de 1979. Luego de señalar que siguiendo la perspectiva post–tridentina de hoy, es preciso encuadrar la dimensión mariana en todo el fenómeno cristiano, sostiene: "Una vez salvaguardados los valores esenciales del cristianismo, la relación con María puede profundizarse sin peligro alguno. Por eso hay que sostener la orientación actual de la espiritualidad, que apunta a la vida en Cristo y dentro de la cual tiene su sitio la actitud que hay que tomar respecto de María. Es una recuperación de la perspectiva primitiva cuando la comunidad apostólica descubrió a María como implicación del misterio de Cristo y se abrió a la alabanza de la Madre de Jesús; o bien, cuando la liturgia primitiva dio cabida a María en el contexto de la comunión de los santos, descubriendo en ella su presencia activa. En este contexto —sigue De Fiores—, la relación con María es una consecuencia antes que una premisa del misterio de Cristo; el itinerario cristiano parte realmente de Cristo, centro vivo de la fe y del anuncio; encuentra en él a María, a la Iglesia y al mundo y vive con él en comunión con el Padre en la luz del Espíritu. El camino señalado por el lema a Jesús por María debe completarse e insertarse en una fase anterior, que parte de Cristo para abarcar todas las realidades incluida María, la cual se convierte a su vez en camino pare alcanzar no ya la unión con Cristo, que existía anteriormente, sino su profundización y un arraigo mayor".

He preferido que "hable" De Fiores -dice-, aunque no es latinoamericano, para que sea su pensamiento el que permita descubrir cómo el Espíritu va guiando a su Pueblo, inspirando, en un tiempo histórico dado, aproximaciones que en lo nuclear son semejantes. No he querido, por ello, ni siquiera matizar algún aspecto de la opinión de De Fiores, lo que sería preciso desde nuestra perspectiva».

En otra ocasión, el fundador del MVC escribe: «María, estrella de la evangelización, y Ella misma evangelizadora guía al Pueblo en su peregrinar. Al ejercer su maternidad, amando a su Hijo en sus hijos de los diversos países que conforma el Pueblo Continente, Ella ha sido reconocida como paradigmática creyente, Madre inmaculada de la Iglesia y cabeza maternal de la familia eclesial. El Pueblo de Dios la reconoce, igualmente como Madre fiel siempre presente, que educa en la fe al tiempo que cuida la vida y vela por la plenitud de sus hijos, y que en cierta especial manera sale al encuentro de sus hijos en los muchos santuarios que adornan la geografía de América Latina.

La respuesta a tal Madre amantísima, venerada con piedad filial (Puebla 286), se manifiesta en el rol activo que tiene la fe de los latinoamericanos y las devociones marianas que en bella pluralidad de expresiones se extienden por todo el Sub-Continente». (El resto del texto se puede leer en su obra María desde Puebla, publicada en Lima por el Fondo Editorial, FE, en 1992).

Fuente: mercaba.org


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