martes, 6 de septiembre de 2011

Espiritualidad Mariana y contemplación.

El silencio de María

Cito un excelente texto de Pierre de Bérulle sobre el silencio de María:

“La acción de la Virgen consiste en estar en silencio y escuchar. Esa es su condición, su voz, su vida. Su vida es una vida de silencio que adora a la palabra eterna. ella veía delante de sus ojos, en su seno, en sus brazos, esa misma palabra, la palabra sustancial al Padre... Se quedaba callada, reducida al silencio durante la infancia del niño Jesús, María se sumerge en un nuevo silencio y en el silencio se transforma, siguiendo el ejemplo del verbo hecho carne, que es su hijo, su Dios, su único amor. Y su vida pasa de silencio en silencio. Del silencio de la adoración al de la transformación.”


Silencio interior y presencia de Dios

En nuestra casa en Roma trabaja un buen albanés que se llama Alois. Es un hombre muy laborioso, hábil, responsable, inteligente, agradable, siempre alegre. Escuché ruidos de martillo en la cocina y un locutor de radio de fondo. Sabiendo que seguramente se trataba de Alois, entré en la cocina para saludarle. Después de conversar un rato, le pregunté:

- ¿Por qué tienes la radio encendida? ¿No te gustaría trabajar en silencio?

- Me respondió: Pongo la radio para que me haga compañía.

- Tienes a Dios, le dije.

- Me respondió: Entonces ya somos tres.

El silencio exterior es necesario, pero lo que es determinante para percibir la presencia de Dios es el silencio interior, que no es vacío, sino actitud de escucha, es acto de presencia de Dios. Y en la presencia de Dios se está bien: “Mantengo mi alma en paz y en silencio como un niño destetado en brazos de su madre” (cf Sal 131)

Cuando las turbaciones o preocupaciones provoquen interferencias en nuestro corazón y no nos permitan alcanzar la quietud interior, es bueno recordar aquella escena en que iba Jesús en la barca con sus discípulos mientras les azotaba una fuerte tormenta y pedirle que así como después de su intervención “sobrevino una gran calma” (Mt 8, 26b), así también haga reinar la calma en nosotros.


El silencio es la condición ambiental que más favorece la contemplación.

Habiendo terminado de escribir este artículo pedí a un compañero que me ayudara a revisarlo y me dijo: El Papa acaba de hablar del silencio, conviene que lo lea. Me alegró descubrir que el tema de la audiencia del Santo Padre de este pasado miércoles 10 de agosto versó precisamente sobre el silencio. Reproduzco aquí las palabras del Papa a los peregrinos de lengua española durante la audiencia (y copio al final del artículo una traducción -no oficial- de la catequesis completa que impartió en italiano):

“Invito a todos en este tiempo a descubrir y contemplar la belleza de la creación, que a su vez revela al Creador, y a cultivar también el silencio interior, que dispone al recogimiento, a la meditación y a la oración, para favorecer el progreso espiritual mediante la escucha de la voz divina en lo profundo del alma.”

Nunca es tarde para formar el hábito del silencio interior. El amor de Dios es eterno, siempre es posible volver a la fuente aunque en la historia de nuestras vidas mucha agua se haya derramado aparentemente en balde. Dios, hoy, sigue diciéndonos al oído, con infinita paciencia: “Ojalá escuchéis hoy mi voz, no endurezcáis vuestro corazón”. (cf Sal 95, 7b-8a)

FUENTE: www.Catholic.net

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