REFLEXIÓN CUARESMAL
El Evangelio (Lc 5, 1- 11)
que acabamos de escuchar el domingo pasado en la Eucaristía, me ayudo a ir
entrando en el desierto cuaresmal que hoy, miércoles de Cenizas, iniciamos como
cristianos católicos. Contemplábamos a Jesús de Nazaret predicando, cuando de
repente vio dos barcas en la orilla, de unos pescadores que lavaban las redes.
Subió a una de ellas, la de Simón, y pidió que se alejara un poco de la orilla,
para continuar enseñando a la multitud. Este gesto de Jesús, para con los
pescadores, no nos puede dejar indiferentes, ya que aquí pareciera revelarse
una de las más importantes dimensiones de la pedagogía de Dios. Jesucristo sale
al encuentro de los pescadores, entrando en la cotidianidad de Simón, Santiago
y Juan. Esto es muy importante, porque nos recuerda que Dios siempre es el que
toma la iniciativa amándonos, perdonándonos, liberándonos y salvándonos.
Jesucristo sabe que en muchas ocasiones dejamos de buscarlo porque muchos otros
ídolos terminan por seducirnos, por eso, él sale, para subir y permanecer en la
barca de nuestra vida, en la barca de nuestra sociedad y en la barca de nuestra
Iglesia. Sin embargo, nuestra parte está en preguntarnos: ¿le reconocemos?
¿Reconocemos cuando Jesucristo nos visita? ¿o simplemente seguimos viviendo
inconscientes y con indiferencia? La cuaresma es el tiempo propicio para vivir
con más consciencia, deteniéndonos para orar la vida y así corresponder a sus
visitas y ser más corresponsables con aquellos que claman vida y justicia. Por eso, detente, descubre como Dios a cada
rato te habla a tu interior; detente, para corresponder a su amor amando como
él ama; detente, no para continuar en ese mal dicho intimismo, sino para salir
y preocuparte por los que sufren y lloran, ya que el que verdaderamente
descubre el amor de Dios difícilmente se quedará indiferente frente al otro y
su dolor. La cuaresma es el tiempo para
redescubrir el amor de Dios en la cotidianidad, respondiendo con la caridad.
Lo segundo que puede ayudar
a la vida cuaresmal, es el dialogo entre Jesús y Simón. Jesús le dice: «Rema
mar adentro, y echad las redes para pescar.» A lo que Simón contesto: «Maestro,
nos hemos pasado la noche bregando y no hemos recogido nada; pero, por tu
palabra, echaré las redes.» Jesús, un
carpintero y predicador itinerante, llega hasta unos pescadores por profesión a
darles indicación de lo que tenían que hacer frente a la frustración que ellos
mismos habían experimentado, no pescar nada. En otras palabras, un extraño del oficio de
pescador les indica lo que deben hacer. ¿Tu obedecerías a alguien que desconociendo
tu oficio te diera indicaciones sobre qué hacer? Al parecer es un poco difícil,
quizás a los discípulos le sucedió lo mismo, pero lo importante es la respuesta
que dan. Ellos se fían de la palabra de Jesús, se abandonan en lo que Jesús les
indica, a pesar de toda la experiencia vivida. Esto es FE, es decir, poner la
confianza en Jesús, y solo en Él. Además, otro punto importante es que los
pescadores no se limitan por la experiencia frustrante anterior, sino que al
confiar en Jesús son capacitados para avanzar, para seguir caminando y recorrer
la vida. La fe en Jesús les permite remar mar adentro. Este tiempo de cuaresma,
por el silencio que contiene, nos puede ayudar a recorrer nuevamente nuestra
vida y reconocer en ella todas las experiencias frustrantes que no nos dejan
avanzar, que nos limitan y paralizan. También puede ser un tiempo para volver a
encontrarnos con las experiencias negativas que hemos vivido como comunidad
eclesial, y desde ahí volver a poner nuestra confianza, nuestra FE en Jesús de Nazaret,
el único que nos puede renovar y revitalizar. Si pretendemos vivir solo desde
nuestra experiencia personal y comunitaria, quizás es poco lo que podamos
renovar, ya que todos, en menor y mayor grado tenemos frustraciones, que nos
limitan e impiden confiar en nosotros y en los demás. Hoy más que nunca es necesario
y urgente, recomenzar nuestra vida personal y comunitaria desde Jesús, porque
han sido muchas las experiencias negativas, que de solo quedarnos en ellos nos
paralizarían, pero mirándolas y acogiéndolas desde Jesús son motivo para seguir
peregrinado con esperanza. Por eso, pregúntate
¿Cuáles son mis experiencias frustrantes en mi vida personal y comunitaria? ¿Desde
dónde vivo? ¿Es Jesús y solo él, el fundamento que me permite vivir personal y
comunitariamente?
Por último, es importante la propuesta que Jesús le hace
a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» No le pide nada
nuevo, sino lo mismo que ellos ya habían hecho. Quizás puede ser un punto a
considerar en nuestra vida, ya que en variadas ocasiones cuando queremos
solucionar algo, buscamos nuevas y novedosos caminos para pescar lo que nuestra
vida necesita. Hoy la renovación de la Iglesia y de todas sus instancias
también nos hace pensar así, y nos afanamos en responder a la pregunta ¿Qué hay que hacer? Parece que nada nuevo,
sino simplemente volver a la fuente, a aquello que nos ayuda a reconectarnos
más directamente a la fuente, por eso revalorar desde el interior la práctica
de la oración, el ayuno y la caridad, que caracterizan este tiempo de cuaresma.
En la mayoría de los casos, después de un tiempo transcurrido de ciertas
relaciones, prácticas y ritos, parece que nos acostumbramos tanto a ellas, que
entramos en un tiempo de mecanicismo, haciendo las cosas por costumbre, pero no
por pasión, enamoramiento y seducción. Cuando hemos perdido la pasión inicial
en nuestras relaciones, prácticas y ritos, se hace necesario volver a ellas
pero desde el interior, dejando que ellas comprometan y afecten nuestra vida.
Con todo lo anterior, no pretendo defender una cierta inmovilidad en lo
relacionado a nuestra vida personal y comunitaria, sino proponer y compartir un
camino que quizás pueda hacerse desde la fuente, desde el interior, para así transformar
nuestras actitudes, gestos y la vida de nuestra sociedad. Creo profundamente que
hoy como cristianos, muchos necesitamos nuevas formas de expresión de fe, que
nos permitan radicalizar nuestra vida y acercar la buena noticia de Jesús a
nuestra sociedad, de modo especial a las nuevas generaciones. Por eso, mientras
más vivamos desde la fuente, más el Espíritu nos inspirará nuevas formas que
nos permitan volver a la Iglesia que Jesús quiso y quiere. Creo que si solo
pensamos renovar nuestra vida personal y comunitaria desde el odio, el
resentimiento, la frustración y la herida, seguiremos heredando heridas y no
liberación. Las practicas que nos proponen la cuaresma y que pueden parecer
viejas, vivámosla de corazón y con pasión, para que a través de ellas Jesús
renueve nuestra vida y sus variadas expresiones. Iniciemos este tiempo
inspirados por las palabras del Hermano Francisco de Asís “comencemos hermanos
porque poco o nada hemos hecho”…
Que Nuestra Señora del Carmen
de la Tirana, la virgencita el desierto, nos ayude a todos a ingresar en el
desierto cuaresmal.
Fray Luís, ofm.
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