PIEDAD POPULAR Y LITURGIA
A
propósito del Mes de María
El texto que ponemos a su disposición es
una reflexión realizada entre la Comisión Nacional de Santuarios y Piedad
Popular y la Comisión Nacional de Liturgia, ambas de la Conferencia Episcopal
de Chile.
En estos días comenzaremos el Mes de
María, motivo por la cual nos ha llevado a reflexionar sobre la relación entre
Piedad popular y Liturgia. En algunas este mes dedicado a María se reza en la
celebración eucarística. Esta devoción mariana hecha en la celebración de la
misa debe estar presentes de una manera
armoniosa, sin ir en detrimento de una o de otra, como también poder elegir
otras opciones para celebrar mejor y para que no se creen confusiones en el
Pueblo de Dios.
Este artículo comienza con mostrar en la
misma práctica celebrativa y cultual se dan elementos comunes que enriquecen
mutuamente a la liturgia y a la piedad popular (parte I). Aún así, es necesario trabajar por un
disponer de una clara armonía entre ambas (parte II). La piedad popular mariana
ha estado presente desde los primeros siglos del cristianismo, por eso su lugar
en la piedad de la Iglesia no es menor. Después del Concilio Vaticano II ha
valorado el papel de la Virgen María como ejemplo de vida para todo cristiano (parte
III). Para terminar, trataremos de una manera simple el mes de María y su
relación con la Liturgia: el lugar en el año litúrgico y algunas propuestas
para el arte de celebrar la liturgia en el contexto del mes de María (parte
IV).
I.
Relación entre Liturgia y Piedad Popular
La relación que existe entre la Liturgia y las
diferentes manifestaciones la Piedad Popular como lo veremos a continuación
(especialmente el Baile Religioso, Canto a lo Divino y Cuasimodo) se desarrolla
en un ambiente litúrgico con un rico
sentido estético y simbólico.
En el discurso
inaugural del Santo Padre en Aparecida nos invitó a realizar una mirada “positiva de reflexión” hacia la Piedad Popular
considerándola como “el precioso
tesoro de la Iglesia católica en América latina”[1].
Junto a ello queremos destacar la
importancia que tendrá la Piedad Popular en este “Año
de la Fe” que se realiza en el cincuentenario del Vaticano II y del veinte
aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica. El próximo 5 de mayo, en
Roma, se llevará a cabo una jornada dedicada a la fe y a la piedad popular.
Para reflexionar sobre su relación hay que considerarla
sobre todo a la luz de las directrices
contenidas en la Constitución sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium,
las cuales buscan una relación armónica entre ambas expresiones de piedad,
aunque la segunda está objetivamente subordinada y orientada a la primera. La
liturgia recoge la totalidad de la persona humana para disponerla en diálogo
celebrativo con el Dios creador y redentor en Jesucristo. Además posee un
sentido comunitario y festivo que implica la participación del creyente, “toda
celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es
la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo
título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia».
Debe ser superado, por lo tanto, el equívoco de que la Liturgia no sea
«popular»: la renovación conciliar ha querido promover la participación del
pueblo en las celebraciones litúrgicas, favoreciendo modos y lugares (cantos,
participación activa, ministerios de laicos) que, en otros tiempos han
suscitado oraciones alternativas o sustitutivas de la acción litúrgica[2].
En las diferentes
celebraciones de la Piedad Popular podemos
constatar que en ellas se aprecia un hondo sentido litúrgico, ya que son
vivencias de expresiones simbólicas y rituales que ayudan, a través de sus signos
y gestos, al encuentro con Dios; “la
celebración de nuestra fe en Cristo también encuentra su profunda manifestación
en los sacramentales y entre ellos encontramos la piedad popular”[3]. ”El lenguaje verbal y
gestual de la Piedad Popular, aunque conserve la simplicidad y la espontaneidad
de expresión, debe siempre ser cuidado, de modo que permita manifestar, en todo
caso, junto a la verdad de la fe, la grandeza de los misterios cristianos”.[4]
Entre las manifestaciones propias de la Piedad Popular encontramos la música,
el canto, la vestimenta y la danza, con lo cual se expresa el anhelo del vínculo y
diálogo con Dios y, a la vez, recoge el hondo sentimiento de la expresión de la
fe, en la confianza y entrega. En muchas ocasiones estas experiencias tienen un
carácter sacrificial.
La música, que en muchas
ocasiones viene de una tradición cultural
propia, y que incide en el ámbito social y religioso, “hay que darle la debida estima y el lugar correspondiente
no sólo al formar su sentido religioso, sino también al acomodar el culto a su
idiosincrasia”[5].
El
canto,
expresión natural del alma de un pueblo, ocupa una función de relieve en la
piedad popular. El cuidado en conservar la herencia de los cantos recibidos de
la tradición debe conjugarse con el sentido bíblico y eclesial, abierto a la
necesidad de revisiones o de nuevas composiciones”[6].
La danza, como arte, que por medio del cuerpo expresa
sentimientos humanos, puede tornarse en oración cuando la persona en su
integridad se eleva a Dios. Actualmente “la Iglesia respeta y promueve el genio
y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con
simpatía y, si puede, conserva íntegro lo que en las costumbres de los pueblos
encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y
aun a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal que se pueda armonizar con
su verdadero y auténtico espíritu.”[7]
La
vestimenta
utilizada en la piedad popular, además
de lo cultural, quiere significar la
gracia nueva que Cristo regala, por medio de un rito de imposición y bendición. Cristo mismo es «revestido» es objeto del acto
de ser revestido (Gálatas 3, 27). Así,
el vestido instrumento de la necesidad humana de adorno se convierte en el
medio de expresión de la nueva realidad de fe.
El lugar donde la Piedad Popular manifiesta sus prácticas de devoción es la
Iglesia, especialmente en los santuarios, en donde “el
peregrino realiza numerosos actos de culto, tanto de orden litúrgico como de
piedad popular”[8].
También encontramos otros lugares, “manifiestamente reservados a la oración
comunitaria y privada, como la casa, los ambientes de vida y de
trabajo; en algunas ocasiones, también las calles y las plazas se
convierten en espacios de manifestación de la fe”[9].
Tanto los Bailes Religiosos como el
Cuasimodo se realizan en un ambiente de procesiones y peregrinación, las
que “se deberán orientar hacia la
celebración de la Liturgia: presentando el recorrido de iglesia a iglesia como
camino de la comunidad que vive en el mundo hacia la comunidad que habita en el
cielo; procurando que se desarrollen con presidencia eclesiástica, para evitar
manifestaciones irrespetuosas o degeneradas; estableciendo un momento inicial
de oración, en el cual no falte la proclamación de la Palabra de Dios;
valorando el canto, preferiblemente de salmos y las aportaciones de
instrumentos musicales; sugiriendo llevar en las manos, durante el recorrido,
cirios o lámparas encendidas; disponiendo las estaciones, que, al alternarse
con los momentos de marcha, dan la imagen del camino de la vida; concluyendo la
procesión con una oración doxológica a Dios, fuente de toda santidad, y con la
bendición impartida por el Obispo, presbítero o diácono”[10]
En el caso del canto a lo Divino y su
participación en los “velorios”
es necesario “que sea formado por los principios de la fe cristiana,
como el sentido pascual de la muerte de los que, mediante el Bautismo, se han
incorporado al misterio de la muerte y resurrección de Cristo (cfr. Rom
6,3-10); la inmortalidad del alma (cfr. Lc 23,43); la comunión de los santos,
por la que "la unión... con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo,
de ninguna manera se interrumpe; antes bien, según la constante fe de la
Iglesia, se fortalece con la comunicación de los bienes espirituales":
"nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también
hacer eficaz su intercesión en nuestro favor"; la resurrección de la
carne; la manifestación gloriosa de Cristo, "que vendrá a juzgar a los
vivos y a los muertos"; la retribución conforme a las obras de cada uno;
la vida eterna”[11].
II.
Armonizar relación entre
Liturgia y Piedad Popular
Cuando constatamos
que en Aparecida se reconoce el legítimo
valor de la Piedad Popular, podemos decir que toda expresión de religiosidad popular debe extraer de la
liturgia, como fuente, la fe y el compromiso de vida, y modelarse en las orientaciones
que emanan del misterio litúrgico, por
lo que es necesario armonizar su
relación.
La Piedad popular
es también una “celebración" ya que es una
experiencia de fe que llega a ser una fiesta religiosa, que “surge de una necesidad muy grande por vivir y compartir
los bienes, pues así se afianza el sentido de la fraternidad al descubrirnos
hijos de Dios; y hermanos”[12].
Como se indica en la Constitución litúrgica: "Es preciso que estos mismos
ejercicios (de piedad popular) se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos,
de modo que vayan de acuerdo con la sagrada Liturgia, en cierto modo deriven de
ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, está
muy por encima de ellos"[13].
Una consideración atenta de estos principios debe llevar a un verdadero empeño
para armonizar la Piedad Popular con la Liturgia, es decir "sin fusionar o
confundir las dos formas de piedad"; para evitar, consiguientemente, la
confusión y la mezcla híbrida de Liturgia y ejercicios de piedad; a no
contraponer la Liturgia a los ejercicios de piedad o, contra el sentir de la
Iglesia, eliminarlos, produciendo un vacío que con frecuencia no se ve colmado,
en perjuicio del pueblo fiel”[14].
En toda celebración de piedad popular
deberíamos encontrar todo los principios que manan de la liturgia “como modelo
estructurador válido”[15], por ejemplo: el
componente bíblico del anuncio ““En las palabras de la Biblia, la piedad
popular encontrará una fuente inagotable de inspiración, modelos insuperables
de oración y fecundas propuestas de diversos temas. Además, la referencia
constante a la Sagrada Escritura constituirá un índice y un criterio, para
moderar la exuberancia con la que no raras veces se manifiesta el sentimiento religioso
popular, dando lugar a expresiones ambiguas y en ocasiones incluso incorrectas”[16] ; y de la oración; el carácter simbólico, la
nota misionera y escatológica del culto cristiano; el compromiso del testimonio
y por la liberación.
En las celebraciones de la piedad popular “es
válido el principio relativo al empleo litúrgico de las imágenes de Cristo, de
la Virgen y de los Santos, tradicionalmente afirmado y defendido por la
Iglesia”[17],
ya que ellas ayudan a los fieles a
colocarse delante de los misterios de la fe cristiana. Los santos son testigos
históricos de la vocación universal a la santidad; “es preciso recordar que el
objetivo último de la veneración a los Santos es la gloria de Dios y la
santificación del hombre, mediante una vida plenamente conforme a la voluntad
divina y la imitación de las virtudes de aquellos que fueron discípulos
eminentes del Señor”[18].
III.
Liturgia
y la piedad popular mariana
El amor a la santísima Virgen que encontramos en la
piedad popular “brota de la fe y del
amor del pueblo de Dios a Cristo, Redentor del género humano, y de la
percepción de la misión salvífica que Dios ha confiado a María de Nazaret, para
quien la Virgen no es sólo la Madre del Señor y del Salvador, sino también, en
el plano de la gracia, la Madre de todos los hombres”[19]. Los más pobres la
sienten cercana y ellos saben que fue ella pobre como ellos, que sufrió mucho,
que fue paciente y mansa. Sienten compasión por su dolor en la crucifixión y
muerte del Hijo, se alegran con ella por la Resurrección de Jesús. Celebran con
gozo sus fiestas, participan con gusto en sus procesiones, acuden en
peregrinación a sus santuarios, les gusta cantar en su honor, le presentan
ofrendas votivas.
El pueblo de Dios
manifiesta su experiencia en las diferentes expresiones populares como también
en la celebración litúrgica en donde “las relaciones entre la Liturgia y la
piedad popular mariana se deben regular a la luz de los principios y las normas
que han sido presentadas varias veces en esta reflexión. En cualquier caso, con
respecto a la piedad mariana del pueblo de Dios, la Liturgia debe aparecer como
"forma ejemplar", fuente de inspiración, punto de referencia
constante y meta última”[20]. Tal como lo recuerda Aparecida,
para la Piedad Popular, María tiene un
rol fundamental. Es Madre, discípula y misionera. Modelo ejemplar del
seguimiento de Cristo y esperanza para el éxito de nuestro propio seguimiento[21]. La devoción mariana
constituye un modo muy seguro para caminar “Con María a Cristo”, siendo ella
estrella del camino de la fe.
IV. El “Mes de
María” y la Liturgia.
Entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre en Chile rezamos el Mes de María.
Dedicamos un mes para prepararnos a la Solemnidad del 8 de diciembre: la
Inmaculada Concepción. En el año litúrgico la gran parte de este mes se reza en
el tiempo ordinario; y la otra, en Adviento. La figura de la Virgen María en
adviento es muy sugestiva: “Durante el tiempo de Adviento, la Liturgia celebra
con frecuencia y de modo ejemplar a la Virgen María: recuerda algunas mujeres
de la Antigua Alianza, que eran figura y profecía de su misión; exalta la
actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret se adhirió, total e
inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios; subraya su presencia en los
acontecimientos de gracia que precedieron el nacimiento del Salvador”[22].
Por lo tanto las comunidades, en especial los equipos de liturgia, deberán
hacer notar en el mes de María durante Adviento estas notas características de
María. Y la solemnidad de la Inmaculada Concepción “en cuanto preparación
fontal al nacimiento de Jesús, se armoniza bien con algunos temas principales
del Adviento: nos remite a la larga espera mesiánica y recuerda profecías y
símbolos del Antiguo Testamento, empleados también en la Liturgia del Adviento”[23].
Por tanto, la invitación a las comunidades que se reúnen en torno a la Madre
del señor, con o sin la celebración eucarística, están invitadas a hacer
presente el sentido mariano del Adviento.
Al
apreciar las diferentes prácticas de nuestras comunidades, la mayor parte de
ellas rezan las oraciones del Mes de María durante la celebración eucarística.
El esquema no es claro al momento de combinar la Liturgia y las oraciones del
mes. Incluso las diferentes publicaciones que se ofrecen no hay propuestas para
crear una buena armonía.
Desde
la Liturgia, podemos encontrar algunas opciones que nos permitirían celebrar
mejor la Liturgia en una clara armonía con el Mes de María:
1.
El Mes de María en los dos tiempos litúrgicos:
a)
La gran parte del mes de María lo rezamos en el tiempo ordinario. En el caso de rezarlo en la eucaristía, el Misal
Romano nos ofrecen algunas opciones de Misas, salvo cuando hayan otras fiestas
o memorias obligatorias:
-
“Común de la santísima Virgen María”, tiempo ordinario (en el Misal
romano páginas 832-838).
-
“Misas Votivas de Santa María Virgen”, celebrando algunos de los títulos
marianos (en el Misal Romano páginas 1065-1069).
b)
Y también este mes se desarrolla en Adviento.
En el Misal romano encontramos:
-
Misas del “Común de la santísima Virgen maría” para tiempo de Adviento (Misal
páginas 839-840).
c) en algunas comunidades cuentan con el
Misal y leccionario marianos. En estos libros encontramos varias opciones para
la eucaristía, tanto en las oraciones como en lecturas bíblicas para ambos
tiempos litúrgicos.
2. El mes de María en la misma
celebración litúrgica.
La eucaristía es la celebración del
Misterio pascual de Cristo, por tanto es Cristo que se hace presente. La
presencia de María en la celebración eucarística la encontramos en la Plegaria
eucarística. Algunos ejemplos: la Iglesia venera a la Virgen María junto a los
santos (Canon I), merecer con ella la vida eterna (Plegaria eucarística II),
gozar la heredad junto con ella (Plegaria eucarística III), reunirnos con ella
en el Reino de Dios (Plegaria eucarística IV).
Propuestas para el Arte de celebrar la eucaristía en el Mes de María.
Ahora
bien, nos preguntamos ¿cómo armonizar la eucaristía en donde el centro es
Cristo con la devoción mariana en donde se alaba a la santísima Virgen María?
- Las oraciones del Mes de María se deben
realizar antes de los ritos iniciales y después de la bendición final de la
celebración eucarística. En cuanto a las
lecturas bíblicas, es de desear que se siga el curso de las lecturas bíblicas
indicadas en el ordo litúrgico.
- Las moniciones de entrada y de la
Liturgia de la palabra se puede resaltar la centralidad de Cristo y su relación
con María.
- En la homilía se pueden resaltar algunas virtudes
de la Madre de Dios en relación a las lecturas bíblicas, o también hacer la
homilía a partir de un ícono o imagen de la Virgen puesta en un lugar visible,
del lugar de María en la plegaria eucarística o de las oraciones de la Misa,
como la colecta o los prefacios.
- La Oración universal pueden estar
incluida algunas peticiones con imágenes marianas.
-
Al momento de preparar el lugar para la imagen de la Virgen María, se
debe cuidar que sea visible, no obstaculice la visibilidad de los lugares
importantes de la celebración litúrgica como el altar, ambón y la sede. Una
sugerencia: sería interesante ubicar la imagen de la Virgen cerca del altar,
para resaltar que el Hijo de María se “encarna” en la palabra proclamada en la
liturgia.
-
Los cantos deben hacer participar a la asamblea, y debe cuidarse que no
sean un adorno a la liturgia, sino un signo litúrgico, es decir, que todos
puedan cantar y que corresponda al momento celebrativo. En algunos santuarios
marianos existe un cancionero oficial, texto que puede ayudar a otras
comunidades a celebrar mejor este mes en la celebración litúrgica.
P. Cristián Eichin OFM
[1] Documento de Aparecida
(en adelante: DA) n° 258
[2] DPPyL n°11
[3] Cfr. Catecismo de la
Iglesia Católica (en adelante C.E.C.) nos. 1674-1675-1676
[4]
DPPyL n°14
[5]
SC n°119
[6]
DPPyL n°17
[7]
SC n°37
[8]
DPPyL n°286
[9]
DPPyL 19
[10]
DPPyL n°247
[11]
DPPyL n°257
[12] DA n°262
[13] DPPyL n°58
[14] DPPyL n°74
[15] DA n°99b
[16] DPPyL n°87
[17] DPPyL n°17
[19] DPPyL n°183
[20] DDPyL n° 184
[21] Cf. DA n°266 ss
[22] DPPyL n° 101
[23] DPPyL n°102
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