martes, 26 de abril de 2011

Religiosidad Popular

LOS SANTUARIOS

FOCOS DE LUZ Y ESPERANZA PARA EL PUEBLO DE DIOS

+Marco Antonio Ordenes Fernández

Obispo de Iquique

El encuentro es una categoría muy urgente de vivir en estos tiempos de individualidad egoísta, marcada por el consumismo. Hacen faltas encuentros auténticos que sean recreadores de la vida personal y social. El Evangelio es una Buena Noticia que sale al encuentro de la humanidad, trayendo sentido a la vida, orientando el caminar del hombre y la mujer de todo tiempo y lugar. Constituye un encuentro que humaniza y salva. Jesús es encuentro de Dios con el hombre; y este encuentro plenificado en la encarnación del Verbo eterno, se sigue viviendo en aquellos espacios donde Dios es presencia. Esto es un santuario, un lugar de la particular presencia de Dios que sale al encuentro del hombre en la realidad que hoy vive. El peregrino que llega a los santuarios encuentra ese espacio fundamental de acogida, que no siempre está presente en otras realidades, aunque sean eficientes y estructuradas. El santuario es lugar de la manifestación visible del Dios invisible, cuyo rostro misericordioso se evidencia en el ícono del Señor Jesús, de la Madre del Señor y de los santos. Estos rostros humanos son imagen del rostro divino de Dios. Así, el santuario es un espacio para ese encuentro fundamental del hombre con su Creador, donde es posible que reencuentre el rumbo perdido, la verdad olvidada, la tierna acogida ausente. El santuario es tierra fecunda para los encuentros fundamentales del ser humano: consigo mismo, con el otro, con la creación y con Dios. En este espacio sagrado se cruzan y se encuentran los caminos de Dios y del hombre, pues Dios mismo ha salido a su paso, movido en el amor entrañable a su creatura, que la lleva tatuada en sus manos (Isaías 49).

Cada vez que un peregrino acude a nuestros santuarios, lo hace por una razón que incluso lo trasciende a él mismo. Acude, entra, permanece; tantas veces en silencio, solo contemplando. Otras canta, danza, llora, festeja. Por ello, los santuarios deben ser espacios provocadores para que esos encuentros sean auténticos, animando a ese diálogo fundamental del hombre con Dios. La particular devoción que se vive en cada santuario debe estar pastoralmente orientada al encuentro con el Señor, vencedor de la muerte, pues María y los santos se vuelven luminosos testigos de la verdad de la salvación de Jesucristo, y modelos para ir, como discípulos, tras las huellas de Aquél que es Camino, Verdad y Vida.

Chile, está sembrado de muchos santuarios; y en todos hay un particular soplo de Dios que orienta los pasos de miles de peregrinos hacia dichos lugares. Estos espacios, grandes o pequeños, son auténticos focos de luz y esperanza para un pueblo que va perdiendo ideales, virtudes y valores, incluso a Dios, aunque siempre gima su corazón, aún sin saberlo, por Él. Son espacios que se llenan con la identidad cultural de un lugar, acogiendo la belleza de sus expresiones en sus más diversas formas. Allí, el peregrino, ausculta el corazón de Dios, y Dios le enseña a palpar su propio pulso vital y el de su historia. Pero esto ocurre sin pesimismos, exclusiones o moralismos. Se vive en la experiencia de la fe cristiana, que anima el peregrinar creyente, animando la urgencia de la caridad y el testimonio de los cristianos. ¡Que bendición poder contar con estos espacios a lo largo de la Patria! Porque en ellos la humanidad encuentra casa, pan y abrazo, porque en ellos se encuentra Dios.




No hay comentarios:

Publicar un comentario