21 de Mayo 2010, Santiago de Chile.
Queridos Socios, músicos, Bailarines y familiares del Baile Pieles Rojas de PEÑA CHICA.
Un año más me uno a ustedes en la alegría de celebrar un nuevo aniversario de nuestra familia religiosa. Celebrar un nuevo aniversario trae consigo evaluar los años anteriores y al mismo tiempo proyectarse al futuro.
Queridos Socios, músicos, Bailarines y familiares del Baile Pieles Rojas de PEÑA CHICA.
Un año más me uno a ustedes en la alegría de celebrar un nuevo aniversario de nuestra familia religiosa. Celebrar un nuevo aniversario trae consigo evaluar los años anteriores y al mismo tiempo proyectarse al futuro.
Hace ya cuatro años, el Santo Padre en Aparecida, después de referirse a la piedad popular, invitaba a todos los cristianos de Latinoamérica y del Caribe a permanecer en la escuela de María, y quizás esta invitación nos puede ayudar a evaluar y proyectar nuestro baile.
Todos nosotros estamos de acuerdo que nuestro baile no es un grupo folclórico, no es un mero grupo social, menos una empresa o un grupo de amigos; sino un baile religioso, que danza y canta a su Madre del cielo, la Virgen María. Aquí encontramos dos afirmaciones: la primera que nos dice que somos “religiosos”, somos católicos y la segunda que tenemos una “relación especial con la Virgen María”.
Desde estas afirmaciones podemos mirar nuestro baile y con sinceridad preguntarnos, ¿cómo esta nuestra relación con Dios y su Madre?, ¿proyectamos en nuestro entorno cotidiano el amor de Dios?, y ¿nuestro baile se desenvuelve en medio de relaciones cercanas, solidarias y fraternas? Cada uno de los que conforman el baile, está llamado a preguntarse personal y comunitariamente, que tanto vivimos la dimensión religiosa y mariana en nuestro baile. Si tuviéramos mas en cuenta estos dos elementos, el amor experimentado con Dios y entre nosotros, sería gran respuesta al sin sentido que nuestro mundo vive. Nuestro baile esta llamado a ser testigo, y el testigo no hace otra cosa que comunicar lo que ha visto y escuchado. Seguir y recomenzar a caminar como baile religioso y mariano, nos convierte indiscutiblemente en misioneros, porque si ponemos mas atención a lo que nos pide Dios en nuestro hoy, movidos por el llamado de la Madre: “Hagan lo que Él les diga” (Juan 2, 5), estaríamos viviendo de acuerdo a nuestra vocación de bailarín, músico, socio o caporal.
Este año nos toca celebrar, en medio un ambiente eclesial distinto y preocupante. Hace ya algunos meses hemos sido testigos de varias denuncias por posibles delitos sexuales a menores por parte de sacerdotes y religiosos. Nosotros como baile, miembros de una Iglesia, no podemos quedarnos indiferentes frente a estas distintas situaciones. Seguramente muchos de ustedes, ya han tomado una postura: condenar duramente a la Iglesia o seguir apostando por ella.
Estar en la escuela de María, nos puede ayudar a tomar una mejor postura frente a estas situaciones, evitando así, solo una mirada visceral o sentimental de los hechos. Mirar contemplativamente con María esta realidad, nos deja en primer lugar al lado de los denunciantes y de la Iglesia. Ambos están sufriendo, y María como lo hizo con su Hijo, acompaña ahora el calvario de cada uno de sus Hijos, incluso de aquellos que no la reconocen como tal. María esta con quienes han sido víctimas, y por mucho tiempo han vivido con este tormento angustiante en silencio, pero esta también con sus hijos de la Iglesia, con sus debilidades y pecados. La imagen de la piedad, que nos muestra el cuerpo de Jesús muerto en los brazos de María, hoy se nos hace patente. María sostiene y abraza la muerte de todos sus hijos, sin exclusión de ninguno.
Seguir en la escuela de María nos enseña a continuar mirando a la Iglesia, a todo el pueblo de Dios, que forman también ustedes, como querida y amada por Jesús. Cuando Jesús es tomado preso, la mayoría de los apóstoles comienzan a dispersarse, son muy pocos los que permanecen junto a María, lo mismo después de resucitar y ascender a los cielos, María continua permaneciendo al lado de quienes su Hijo Jesús constituyo Iglesia. En pentecostés, María junto a los discípulos que perseveran en oración, experimentan el consuelo del Espíritu Santo, que los confirma en la fe. María siempre permaneció junto a la comunidad apostólica, la Iglesia. A nosotros como hijos, devotos y miembros de la escuela de María, nos corresponde en fe asumir esta mirada y actitud, seguir permaneciendo unidos a la Iglesia.
Seguir en la escuela de María nos hace testigos en el mundo. Podemos decir con seguridad que María nunca negó a su hijo como tal, incluso en medio de las persecuciones. Ella es la discípula misionera por excelencia, la que llevo al Verbo encarnado desde el principio en su vientre y después en su evidente testimonio. Ahora nosotros como hijos, devotos y miembros de la escuela de María, somos llamados al discipulado y testimonio de lo que creemos y vivimos. En medio de un mundo que promueve el individualismo seamos fraternos, en medio de un mundo que promueve la injusticia seamos solidarios, en medio de un mundo que da la espalda a la Iglesia seamos con mas fuerza cristianos y católicos, testimoniando todo lo hermoso y bello que hemos vivido con nuestra Madre en la vida, y así reconociendo que el amor de Dios supera y trasciende toda realidad humana.
Seguir en la escuela de María, nos hace reconocernos parecidos a ella, parecidos a su Hijo, es decir, con sus mismos sentimientos y actitudes. ¿No será este un propósito necesario para proyectarnos como baile?
Que María en la advocación del Carmen de la Tirana, siga animando nuestra fe y nuestro peregrinar. Que la escuela de María nos ayude en estos días a evaluar y proyectar nuestro baile, teniendo en cuenta, qué necesita realmente nuestro baile para ser más parecido a la Madre María y su Hijo Jesucristo.
Me despido, deseándoles abundantes bendiciones de parte del Dios trino y uno.
Fr. Luís Cisternas Aguirre, ofm.
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