CATEQUESIS FIESTA AÑO 2023
FIESTA DE LA FRATERNIDAD
¡Que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor! Así comienza el
salmo 121, que el pueblo de Israel entonaba cuando estaba llegando a la ciudad
Santa, al templo de Jerusalén para celebrar la fiesta.
Hoy nosotros también somos convocados a la casa de la Carmelita, en su
Santuario en el Tamarugal, para celebrar fiesta, celebrar nuestra fe, nuestra
identidad, nuestra religiosidad. Hoy más que nunca vamos con alegría, porque
luego de cuatro años, desde la fiesta del 2019, volveremos a cruzar con la cruz
del anuncio las puertas del Santuario y hacer fiesta. La Carmelita, después de
tanto tiempo, volverá a pasear por las calles de su pueblo, encontrándose con
sus hijos peregrinos venidos de tantos lugares. Vestiremos el desierto de
alegría, de colores, de música, de familiares que vienen de diferentes lugares,
tal como lo expreso el Papa Francisco en su homilía en su visita a nuestra
diócesis de Iquique[1].
Pero para llegar a la fiesta, que como la teología lo ha dicho, es un
encuentro de Dios con su pueblo, y del pueblo con su Dios, donde Dios se pasea
en medio nuestro, es necesario movilizarnos, prepararnos, que es el sentir de
esta catequesis.
1. Nuestro recuerdo.
En primer lugar, queremos hacer memoria y reconocimiento de los que no
están, aquellos que ya partieron, que fueron devotos de la Carmelita y que en
el tiempo de pandemia fueron llamados al encuentro del Señor, muchos de ellos
en el silencio, no nos enteramos a tiempo, incluso por la agresividad de la
enfermedad, tantos sin un ministro presente para elevar la oración de
recomendación o responso, o en la soledad de ser sepultados solo por 4
personas. Eran los que compartían en nuestras comunidades o bailes religiosos,
aquellos que caminaban por las calles del pueblo y saludábamos con tanto
cariño, que no nos veíamos de la fiesta del año anterior. Por ellos elevamos nuestra oración, ellos que
nos dejaron un testimonio valiente, sacrificado, nos legaron la fe. Sin duda su
ausencia estará marcada en esta fiesta, y no nos cansaremos de agradecer. Pero
caminamos con la esperanza de volvernos a encontrar y celebrar juntos allá en
el cielo. La verdadera fiesta del reencuentro la haremos junto al Señor en su
Reino y junto a la Virgen, y los que ya nos esperan para el reencuentro, donde
nadie estará ausente, porque nos hemos preparado para esta fiesta sin fin,
fiesta de la plenitud.
Preguntémonos:
-
¿De
quién hacemos memoria agradecida que nos ha dejado en este tiempo sin fiesta?
-
¿Cómo
tributaremos nuestro homenaje?
2. Las
celebraciones de estos años
Durante estos años de pandemia no nos hemos quedado, y de diferentes formas
hemos querido celebrar nuestra fe. Estábamos confinados en nuestros hogares, no
podíamos asistir a nuestras parroquias, comunidades, se suspendieron los
ensayos, clases, llegaron los teletrabajos, etc. Pero de alguna forma nos la
ingeniamos para celebrar nuestra fe.
Aprendimos de una forma u otra a utilizar la tecnología. Supimos lo que era
las transmisiones en vivo, el zoom, meet, Jitsi, y tantas otras plataformas
digitales que nos permitían encontrarnos de una forma diferente, virtual.
Fueron estos años celebraciones en casa, en familia, donde vestimos de
color y música nuestros barrios. Cuanta emoción al recorrer las calles de
nuestro norte, y ver que la devoción a nuestra Madre no la detenía una
pandemia. Calles con gallardetes, altares familiares en las casas, pendones de
tal familia, comunidad, baile. Se abrieron las puertas de las casas para acoger a la madre del Señor que
ahora ella nos venía a visitar en el tiempo que recordábamos la fiesta. El
Norte celebró con todo su amor, devoción y de la mejor forma a la Carmelita. Fueron
las suplicas de bailes, colegios, peregrinos de diferentes partes del país y
del extranjero. Ella sin duda estaba muy contenta por el amor de sus hijos, y
como llevaron la alegría y devoción a los lugares de origen.
Preguntémonos:
-
¿De
qué forma expresé mi devoción en este tiempo de celebrar en casa?
3. La
sinodalidad.
Con la fiesta de este año comenzamos un nuevo camino pastoral, que tomando
la invitación que nos hace el Papa Francisco, avanzamos por las sendas de la
sinodalidad. Así, este camino estará marcado por la fraternidad, la esperanza,
la profecía. De esta manera llegar al 2026 y celebrar el centenario de la
coronación de la Virgen del Carmen, como Madre y Reina de Chile.
Cuando hablamos de sinodalidad, un término un poco raro, que hasta parece
trabalenguas, es necesario saber que no es algo tan nuevo, sino que está
presente desde los primeros siglos. Ya tenemos algunos datos donde San Agustín
invita a este camino. Este camino sinodal implica caminar juntos, unos con
otros, donde nadie queda excluido, donde todos nos involucramos. No es un
método, es una experiencia de vivir la fe.
Esto supone reconocernos hermanos, que necesitamos unos de otros.
A lo largo de la historia de la salvación vemos muchos pasajes en la
Sagrada Escritura donde la fraternidad no es lo mejor, que nos ha de
cuestionar, y ver cómo Dios busca que todos seamos hermanos.
¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho con él? Es la pregunta que Dios le
hace a Caín en el libro del Génesis[2]
por la vida de su hermano, y que sin duda es la misma pregunta que nos hace a
cada uno de nosotros: ¿Dónde está tu hermano? La pandemia nos ha llevado a
tener muchos encuentros virtuales, donde muchas cosas son superfluas,
necesitamos del contacto de unos con otros, de la simpleza de compartir una
llamada telefónica, una taza de té, un almuerzo, u otras formas de vernos y
sabernos necesitados.
Dios nos pregunta por nuestro hermano, que es un familiar, un amigo, un
compañero de trabajo, un miembro de la comunidad, un integrante de nuestro
baile religioso. Estamos todos llamados a cultivar buenas relaciones,
fraternas, sinceras, con mucho respeto.
La fraternidad es un desafío constante. La globalización no ayuda mucho en
este aspecto, porque nos vuelve más individualista, egocéntricos, y nos hace
perder esta dimensión. Un claro ejemplo de esto es ver en un almuerzo, o en una
reunión, en una junta, cuántos están más conectados al celular que lo que está
pasando en ese mismo encuentro.
Cuantas discusiones al interior de nuestras comunidades, trabajos, bailes,
organizaciones por una mala comunicación o porque no hemos puesto todo lo
nuestro.
En esta fiesta estamos llamados a poner los medios necesarios para
encontrarnos todos, vivir en comunidad.
En el segundo domingo de pascua, la lectura de los Hechos de los Apóstoles
nos cuenta la vida de las primeras comunidades, y estas tenían 4
características muy importante: 1. Se juntaban para hacer oración; 2. Ponían
todas las cosas en común; 3. Celebraban y alimentaban su fe; 4. Tenían una sola
alma y un solo corazón.
Nuestras comunidades, bailes religiosos, parroquias deben ser como esta
primera comunidad. Es necesario juntarnos para ver como avanza nuestro grupo,
para ver cuentas, datos, etc, pero no podemos olvidarnos de hacer oración. Es
muy importante que hagamos un momento de oración al iniciar y finalizar.
Encontrarnos como hermanos también para orar.
Esta comunidad primitiva ponía todos los bienes en común. Esto habla de una
preocupación constante de todos los miembros, de saber cómo está el que no
vino, si le pasó algo, quien en nuestra comunidad tiene alguna necesidad, si
pasa por un momento difícil, etc. Es saber ser hermanos.
Otra de las características de esta primera comunidad es que celebraban y
alimentaban su fe. Todos estamos llamados a celebrar nuestra fe, sin duda y en
primer lugar en la Eucaristía, fuente y culmen de toda vida cristiana, en la
celebración de los sacramentos, en las prácticas de piedad y caridad, en el
canto y la danza. Expresar una fe común, vivida de diferentes maneras, pero que
nos reconoce sin duda como hermanos.
Y la última característica de esta comunidad es que tenían una sola alma y
un solo corazón, que viene a reafirmar todo lo anterior, de saberse hermanos,
que Jesús resucitado camina con ellos, está con nosotros. El mismo nos enseña a
llamar a Dios “Padre”, y si es nuestro Padre, nosotros somos sus hijos, y entre
hijos somos hermanos.
En el altar de la Virgen, en el Santuario en La Tirana, hay una leyenda
grabada que dice: “Hagan todo lo que Él les diga”, tomada del Evangelio de
Juan, en las Bodas de Caná[3].
Esas palabras de la Virgen tienen que rezonar cada vez más en nuestro
corazón. Hagan lo que Él les diga, y lo que Jesús nos dice es que seamos
hermanos, que seamos uno, como Él y el Padre, que nos aprendamos a respetar, a
cuidar, a querer, cuando sea necesario a corregir con caridad, así vamos
creciendo, nos vamos haciendo de verdad hermanos.
Vivamos la fraternidad. Que esta fiesta sea una fiesta de hermanos, donde
de la mano de la Virgen podamos cantar las maravillas que hace el Señor en cada
uno de nosotros. Ella es nuestro faro que nos alumbra. Que al nombrarla de
verdad nuestra madre, podamos decirle aquí están tus hijos, que nos reconocemos
hermanos.
Peregrino, Peregrina, Bailarín, músico, comerciante, sacerdote, religiosa,
diácono, miembro del equipo pastoral, subamos al Santuario con esta mirada,
sabiendo que la Virgen es nuestra madre, que nos espera en su casa para hacer
fiesta y que nosotros vamos con alegría para hacer no cualquier fiesta, sino la
fiesta de los hermanos, la fiesta de la fraternidad.
Con afecto,
Pbro. Eduardo Parraguez Fernández
Rector Santuario
Asesor General de los Bailes Religiosos